Yucatán

Con una alta influencia Maya, la comida Yucatea ha trasendido las fronteras nacionales para convertirse en una de las más famosas del mundo. ¡Descubre!

Oaxaca

Aquí la comida toma el nombre de su color - la comida es arcoiris, fiesta de paladar y la vista - y así se crean 4 moles: el verde, el colorado, el negro y el amarillo. ¡Disfruta!

Veracruz

Con su amplio dominio del Golfo de México, esta zona fue la que presentó mayor intercambio cultural entre los indígenas y los españoles. ¡Mira!

Puebla

Zona privilegiada por la naturaleza, la tierra originaria de los chiles en nogada y el mole poblano, maravillosa mezcla indígena y española con participación del la iglesia de la época.

 
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Nuevo León

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En la época prehispánica, la región en que hoy tiene sus límites la entidad neolonesa fue poblada por más de 200 tribus, entre ellas, las de los indios coahuitlcos, alazapas, borrados y huachichiles. En su mayoría eran nómadas que se alimentaban de la caza, la pesca y la recolección de hierbas, espigas y frutos.

Algunos años después de la llegad de los españoles al país, fueron varios adelantados y exploradores los que transitaron por tierras de la entidad entre los años 1535 y 1566, pero fue Alberto del Canto, quien descubrió el valle de Extremadura, hoy Monterrey, en 1577. Ahí fundó el pueblo llamado Santa Lucía. Del Canto descubrió también las minas de San Gregorio, en Cerralvo y las de Trinidad en Monclova.

Al año siguiente, Luis de Carvajal y de la Cueva obtuvo de España el permiso de conquistar lo que habría de llamarse Nuevo Reino de León; llegó a él en 1582, más solo para se enjuiciado prontamente por esclavista y judaizante; se le sentenció a destierro y sus fundaciones quedaron abandonadas. Diego de Montemayor reanudó la empresa en 1596, al fincar la ciudad de nuestra Señora de Monterrey.

Martín de Zavala organizó la repoblación de la villa de San Gregorio de Cerralvo y estableció la de San Juan Bautista de Cadereyta. Zavala tuvo la visión necesaria para llevar a buen término su proyecto y atrajo una gran cantidad de pastores a los que concedió grandes extensiones de tierra. Se estrategia dio como resultado que, para finales del xigolo XVII, hubiera más de medio millón de ovejas en la zona.

Apoyadas por tan fructífera actividad, surgieron las poblaciones de Montemorelos, San Felipe de Linares y valle de Mota (General Terán). Al mismo tiempo el general Alonso de León había incursionado en Texas y fundado Monclova. En el logro de todas estas empresas, cabe señalara que fueron siempre ausilio y apoyo fundamental de los conquistadores, los tlaxcaltecas y los frailes franciscanos.

De tal modo, al tiempo que los franciscanos fundaban importantes misiones, tuvo sus inicios el mestizaje gastronómico; se tomada de la tierra lo que ésta daba y se incorporaba a los bienes culinarios recién importados. La sopa de tortilla fue enriquecida con queso, las verdolagas conocieron el espinazo del cerdo, y la lengua en res la salsa roja. Del cabrito se hizo fritada, birria o simplemente se preparó al pastor o asado.

El puerco rindió sus costillas para guisarlas con elote, en salsa verde o roja, o para ahumarlas. La res se hizo machaca, albóndigas o filete. Al pulque se incorporó el chile y se hizo salsa borracha; al chile serrano se le adicionó cebolla y limón. De los hornos surgieron el pan de pobre, las rosquillas de naranja y las galletas de nata. Lo nopales se mezclaron con queso, con cebolla y jitomate, o con chicharrón. Los tamales de frijol, de maíz, de calabaza o de dulce se volvieron acompañantes del puchero y el caldo de queso.

En pocas palabras, lo frailes franciscanos hicieron de sus cocinas un instrumento de concordia y que, entre otras muchas y loables acciones, transmitieron a futuras generaciones como herencia cultural. La explotación de las minas fue transitoria, pues las vetas eran pobres, pero propició en cambio la población de sitios como Villa Aldama y Sabinas. El Obispado sito en Linares se erigió en 1777 y fue trasladado a Monterrey en 1791.

José Mariano Jiménez, caudillo insurgente, entró a Monterrey en 1811 y el gobernador Manuel de Santa María lo apoyó con hombres y armamento hasta que ambos fueron aprehendidos en Baján y fusilados en Chihuahua, junto con Hidalgo y otros libertadores. Un clima extremoso, un terreno abrupto y la escasez de agua recibieron a los insurgentes. Hombres, mujeres y niños se acogieron al comal, a los tamales, quesadillas, frijoles y chile. Los tiempos eran duros. El ganado que se encontraba era sacrificado para alimentar muchas bocas. Y si quedaba, había que hacerlo durar; el pueblo en marcha se las ingeniaba para su conservación.

Tal vez fue por ello que la sangre se hizo moronga, la carne se saló, se secó , se machacó y se deshebró. La acción guerrillera independiente siguió su curso con los hermanos José y Martín Herrera, el lego Juan de Villerías y varios eclesiásticos y seminaristas. En 1821 el comandante Gaspar López se adhirió al Plan de Iguala y juró la Independencia. En el año de 1824, el Congreso General Constituyente proclamó la creación del Estado de Nuevo León y, en 1825, instaló la legislatura local. Loa años siguientes fueron como el resto de la nación, de serias turbulencias políticas internas y amenazas del exterior.

La región norte se vio afectada en particular por las constantes incursiones de los indios, la guerra de Texas y su separación de México; la intervención norteamericana de 1846 a 1848 y la Revolución de Ayutla contra Sana Anna. Durante la intervención francesa y el imperio de Maximiliano, Juárez se refugió en Saltillo y Monterrey, pero de esta ciudad tuvo que salir ante la actitud hostil del gobernador y cacique Vidarurri. Finalmente encontró apoyo en Chihuahua y Paso del Norte4, actual Ciudad Juárez. Salvo esa zona, el norte quedó en manos de los franceses hasta 1866, cuando Mariano Escobedo reorganizó al ejército liberal de norte y obtuvo importantes victorias contra franceses e imperialistas.

Al triunfar la República en 1867, los militares que habían luchado en contra de la intervención quedaron en manos del poder estatal. Posteriormente, ya en pleno porfiriato, el presidente Díaz, nombró gobernador del estado al general Bernardo Reyes, quien dominó la política neoloenesa y del norte del país por más de 20 años.

El progreso material de Nuevo León durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX fue importante. En 1887 empezó a correr el ferrocarril que conectó a Monterrey con la capital de la república y en 1890 con Torreón y Piedras Negras, ya en la frontera con los Estados Unidos de Norteamérica. Con las comunicaciones se impulsó la industria locas y se estableció la conexión con Europa al través de Tampico.

Si es verdad que la paz profiriana fue una paz impuesta con mano dura, es verdad también que rindió tributos en más de un sentido. En el campo gastronómico por ejemplo, acrecentó la influencia benéfica, la que venía de Francia. de tal maridaje nacieron carnes y aves al vino, con champiñones, en paste; salsas y souffles; pero sobre todo los postres; leche francesa, garay, fricassé y recién llegado helado.

El periodo porfirista provocó al cabo, la inconformidad popular, por lo que el movimiento maderista gozó de popularidad inmediata. El resultado fue que se libraron batallas constantes en Nuevo León, hasta abril de 1914, en que Monterrey fue tomada por las fuerzas de Pablo González. Al finalizar el período armado de la Revolución, la entidad entró de lleno al desarrollo del siglo XX, gracias al impulso público y privado que retomó su tradición industrial, su capacidad de ahorro y su encomiable voluntad de trabajo.

Las industrias del hierro, vidrio, cerveza, petroquímica y las empresas maquiladoras son actualmente, en amplia medida, la base del poderío económico y comercial del estado, aunque a tal pujanza contribuyen definitivamente todos los sectores. Monterrey es, en la hora presente, una de las tres ciudades más importantes del país. totalmente cosmopolita, sin perder el gusto por la llaneza norteña.

Desde el Obispado puede contemplarse, en un día despejado, toda la ciudad protegida por el Cerro de la Silla y observarse su industrioso vaivén. En cada uno de los restaurantes, fondas, salones de té o comederos, como sus habitantes los designan, puede darse siempre y claro está, con tortillas de harina, un festín que conjuga los platillos internacionales con los guisos neoloneses, desde los tamales del tamaño del dedo pulgar, el clásico antojito, hasta las agujas, el panzate o el tradicional cabrito estilo nuevo León, manjar que en ningún otro lado se iguala, seguramente a causa, no sólo de la sabiduría de quienes lo cocinan, sino del fuerte orgullo estatal con el que se prepara y sirve. A ello dedicó poema el impar Alfonso, hijo Bernardo Reyes, y entre otros versos pudo afirmar con bonhomía y satisfación:

Después del copetín, el caldo caliente y arroz y barbacoa y guacamole y frutas y cafe y -¡ole con ole!- licores y coñaques y aguardiente. En verdad, buen sitio es Nuevo León para un comelitón.

En banquete singular podrían reunirse los huevos con concha, el principio o arroz con el tradicional carnero, la gallina en frío con sus acompañamientos de turcos o empanadillas de carne seca, la espléndida e imperecedera machaca, para concluir luego, al cabo de ir y venir de muchas fuentes y servicios, con el queso de leche retorcida, magnífico en su elemental pureza, amén de las glorias de leche quemada y nuez o los viejitos de piloncillo y cacahuates o avellana. ¡Salud!

 

Especificaciones

  • Top Speed: 150mph

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